Lo explicaré de forma muy sencilla. Cuando se enciende una luz roja en nuestro coche, ¿qué hacemos? Vamos al taller para que el mecánico arregle la avería. Para ello el profesional va al lugar que la luz roja le indica. Nunca se le ocurriría arrancar la luz roja o taparla, ¿no?
Bien, ¿por qué no hacemos lo mismo con nuestro cuerpo?
En el momento que nos sentimos enfermos acudimos a nuestro doctor y este nos diagnostica y manda nuestro tratamiento. ¡¡Perfecto!! Eso es lo que hay que hacer, pero ¿por qué no averiguamos de donde viene el síntoma que tenemos en nuestra mente?
Con el diagnóstico podemos buscar esas emociones que causan nuestro malestar. Todo está en nuestro interior y si lo sacamos hacia fuera podrás comprobar como la medicina es mucho más efectiva.
Por ejemplo en una dermatitis usaríamos posiblemente cremas adecuadas recetadas por el doctor, y si buscas que te ocurre emocionalmente, ¿qué ocurrirá? Posiblemente tu piel se reestablecerá muchísimo antes.